¿Copyright? ¿Qué es eso?

‘El micropoder de las grandes ideas’ es el capítulo del libro Micropoder. La fuerza del ciudadano en la era digital (Espasa, 2007), del abogado experto en libertad de expresión y medios de comunicación Javier Cremades dedicado a analizar los desafíos a los que tienen que enfrentarse la propiedad intelectual y sus mecanismos de conservación en el entorno digital. Un asunto particularmente de actualidad ya que se ha planteado de forma legal en nuestro país y que, además, ha generado un fuerte rechazo por parte de aquellos consumidores habituales de los contenidos de Internet.

En primer lugar, y tal como plantea en autor, debemos tener en cuenta el punto de partida de ese invento llamado Internet, y es que fue construido sobre una base tecnológica de dominio público; y esta arquitectura libre, excluida de las restricciones impuestas por la propiedad intelectual, ha sido la que ha permitido su impresionante crecimiento.

Frente a este fenómeno del siglo XIX, nos encontramos con otra de las características que forman parte de los cimientos de nuestra sociedad, como es la propiedad. Aquello que define qué es nuestro y de nadie más. Pero en este caso, no hablamos de una propiedad cualquiera, sino de la propiedad intelectual, que determina que cada persona que lleve a cabo una creación, sea del tipo que sea, pueda obtener algún beneficio, tanto económico como moral. Es decir, determina quien es el autor de una obra, que a su vez será el beneficiario de la misma. Un valor muy respetado por los creadores y artistas que ven en las nuevas tecnologías el enemigo contra el que tienen que luchar, ya que nos pone en bandeja poder hacer uso de los contenidos que queramos sin tener que pagar un duro por ello. Y es ese el “valor” al que los creadores no están dispuestos a renunciar.

Y esto pone las cosas muy difíciles. Está claro que los consumidores de información en la Red no piensan en renunciar a una barra libre de ilimitada duración. Pero, ¿es esto lícito para con los autores de dichas obras? Porque obviamente ellos no trabajan por amor al arte. Ese concepto ya murió. Quizá seamos nosotros los que, con melancolía, pensamos que el conocimiento es patrimonio universal y que nadie debería poder poner cortapisas al saber colectivo. Y en este sentido, Internet tiene un enorme potencial difusor. No obstante, también se le acusa de ser una potente maquinaria de copiado.

Si analizamos esta última postura, la de los propios autores, entenderíamos que, al no percibir remuneración ninguna por sus creaciones, se conviertan en defensores a ultranza del copyright en la red, es decir, de que se proteja su propiedad intelectual.

Pero en un ecosistema como Internet, esto es algo muy complicado de defender. Algunos, en pro de que la propiedad intelectual quede protegida, han decido hacer uso de tecnologías, del calibre de las que permiten robar las obras en la red sin pagar por ellas. Es decir combatir el daño que les hacen las nuevas tecnologías, con más nuevas tecnologías, como es el "Digital Rights Management"(DRM). Este invento, se ha convertido en el arma de muchos de los que están a favor del copyright, y en el problema, de quienes aprovechan las posibilidades de copiar y difundir libremente que aporta la red, es decir, de los que están a favor del copyleft.

El DRM, provoca que cuando paguemos un canon por el uso de alguna obra en Internet, esté controlado, y recortado el uso que de ella podamos hacer. Por ejemplo, solo visionarla en un determinado soporte, no poder copiarla en un DVD...

Y esa es otra. La aprobación del canon digital: el mejor invento que se les podía haber ocurrido a la SGAE. Ahora parece que no sólo copiamos informaciones y creaciones de la Red y que tengamos que pagar por ello, sino que, incluso tengamos que pagarle el sustento a todos estos creadores por el simple hecho de querer guardar nuestros archivos personales en un Pen Drive o en un DVD. No quiero pensar el las caras de aquellos que ni siquiera tengan Internet y se enteren de que tienen que pagar más por comprarse un reproductor de MP3.

CANON PARA TODOS




Está claro que el copyright, bajo la fórmula de “todos los derechos protegidos”, es inviable en el ciberentorno. A día de hoy, por mucho que el creador original se oponga, es imposible controlar la digitalización de su obra y su posterior volcado en la Red. Lo que tampoco parece del todo indicado es perseguir con la ley en la mano supuestos casos de copias privadas que criminalizan al usuario y al proveedor de las nuevas tecnologías, como pretende la popularmente denominada Ley de Propiedad Intelectual.

Como respuesta a la rigidez del copyright, ha surgido recientemente otra figura para proteger los derechos de autor: los Creative Commons. Se trata de una alternativa por la que se ceden ciertos derechos y se reservan otros. Es preciso puntualizar que los Creative Commons no son equiparables al copyleft; error en el que cae Cremades. El Copyleft, es el derecho a copiar, bajo la cuestionable premisa de que las ideas no pertenecen a nadie.

Pero lo cierto es que, aunque sin ser tan extremistas y teniendo presente que es cierto que las ideas surgen de su creador, es casi improbable pensar que los usuarios estarán dispuestos a pagar por algo que saben que pueden tener gratuitamente. Es injusto, es verdad, y probablemente habría que encontrar soluciones que beneficien los intereses de los creadores; pero lo que de verdad es injusto es que prioricen en las necesidades de estos antes que en las del resto de la sociedad; privándonos mediante la legislación de la libertad que nos ofrece la Red.





Ante tanta disyuntiva, Javier Cremades opta porque la propiedad intelectual se redefina y se adapte al nuevo entorno creado gracias a ella.

miércoles, 28 de mayo de 2008

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